La vida religiosa, la vida consagrada, desde el comienzo de su historia ha tenido la clara intención de radicalizar valores evangélicos. Esta intuición del Espíritu dada a hombres y mujeres, ha venido suscitando, aportando y generando dinamismos capaces de consolidar sociedades libres. En el hoy de nuestro continente, la Vida Consagrada está llamada a ser expresión de la espiritualidad liberadora e inculturada, en cuanto que como signo del Reino de Dios, significa la acción liberadora del Dios siempre fiel y cercano a su pueblo, especialmente a los más desprotegidos.
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