La óptica de la espiritualidad cristiana no puede ser otra que la del seguimiento de Jesucristo. De ahí que vivir según el espíritu de Jesús significa, vivir a la manera de Aquel que, “se despojó de su rango”, es decir, hacer la experiencia procesual de insertarse de manera solidaria con el mundo de los pobres y los marginados, comprometiéndose en la conquista de un mundo justo y fraterno.
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