La producción de encajes de bolillos es uno de los nichos de actividad productiva y mercantil femenina allí donde enraizó, sea Bruselas, Venecia o Barcelona, por ejemplo. La estructura productiva en este sector era muy compleja tanto por la variada calidad de los encajes como por la organización piramidal del negocio, basada en parte en la producción doméstica bajo el control del capital mercantil de negociantes y negociantas. Ello significa que mujeres de diferente nivel económico vivían de la confección y venta de este tejido tan especial que podía ser una pieza de gran lujo. No era lo mismo una puntilla para rematar unas enaguas que una mantilla como las que llevaban algunas de las aristócratas pintadas por Goya, por ejemplo, o bien los encajes de los vestidos de Isabel II en los retratos que le hizo Federico Madrazo. En esta comunicación analizaremos la posición de las negociantas de encajes manuales catalanas en el siglo XIX.
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