Luego de los procesos de independencia y de algunos conflictos entre Bolivia, Chile y Perú, el desierto Atacama, que sirve de frontera para los tres países, queda bajo la figura de “posesión virtual” entre Chile y Bolivia consagrada en el tratado fronterizo de 1866, más allá de que formalmente fuese propiedad boliviana. En la segunda mitad del siglo XIX, el aumento de la demanda de nitrato, salitre, cobre y plata hizo que el desierto, poseedor de grandes yacimientos de estos, fuese considerado de interés estratégico tanto para Chile como para Bolivia. Sin embargo, Chile, que tenía buenas relaciones comerciales con Gran Bretaña, lo supo explotar mejor y Bolivia no sacó tanto provecho de él como aspiraba, incluso siendo soberano en el territorio.
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