En las dos últimas décadas del siglo XX los países latinoamericanos han experimentado diversas crisis de deuda externa, agudas y profundas; estas no solo han determinado una ruptura decisiva a nivel de sistemas económicos, en la medida en que preceden una apertura generalizada de dichos países al neoliberalismo, sino que, además, constituyeron la antesala de una restructuración radical, social y política, de los Estados latinoamericanos (Marichal, 2008). Cuba, cuya economía de corte socialista dista bastante de la del resto de experiencias de América Latina, experimentó un proceso similar; su pertenencia al mercado mundial socialista desde la década de 1970 y, en general, los desbalances de su política fiscal, fueron solventados por la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS).
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