Latinoamérica está en el conjunto de temas que entran y salen periódicamente de la agenda europea. A etapas puntuales de impulso, le siguen largas fases de apatía y desinterés apenas disimuladas en cumbres birregionales que arrancan con alta participación y expectativas, pero que se diluyen con escasos acuerdos. Desde 2015, además, ni siquiera se ha celebrado la Cumbre UE-CELAC, apagando así el diálogo político estructurado entre dos regiones necesitadas de encontrar una manera diferente de proyectarse e influir en una escena internacional altamente competitiva y volcada hacia Asia.
Se abre ahora una de esas etapas promisorias de la relación UE-América Latina, en las que se enumeran los valores compartidos, las necesidades comunes y las potencialidades que aguardan. Es España, una vez más, el país de la UE que pone a América Latina entre las prioridades de Bruselas. No es exagerado afirmar que ningún otro Estado miembro tiene el conocimiento ni el compromiso político de España con los países latinoamericanos. Y aún así, probablemente los españoles estén dando por hecha una relación que es necesario revaluar por completo.
No se trata de que la región esté viviendo hoy un giro a la izquierda –una interpretación tan simple como inútil de la realidad política de América Latina–. Los ciudadanos de Chile, Colombia o Brasil no giran, sino que buscan desde hace décadas alternativas políticas funcionales que resuelvan sus graves problemas de desigualdad, pobreza, bajos niveles educativos, falta de empleo e inseguridad. Todos ellos lastran el desarrollo de cada uno de los países y de la región en su conjunto. Son problemas que no han resuelto ni gobiernos de derechas ni de izquierdas. Los dos campos ideológicos han fallado en modernizar la economía y han fracasado en avanzar en la integración regional, el camino a la prosperidad y la competitividad mundial seguido en Europa y en Asia.
Apostar por la integración no está de moda, pero en América Latina y en la UE sigue siendo la única vía de futuro para dos regiones que han perdido protagonismo en el escenario global. La clave estará en diseñar una integración a la medida de los nuevos desafíos.
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