Poco antes de su muerte, Rosario Castellanos reunió un conjunto de textos que había ido publicando desde febrero de 1970 en el suplemento dominical del prestigioso Excélsior bajo el rótulo del arranque de un conocido refrán mexicano: «Mujer que sabe latín ni encuentra marido ni tiene buen fin», dicho que subsumía el antiguo tópico de que la mujer culta no tenía ningún encaje en la sociedad patriarcal, que había reservado el privilegio de la cultura para sus varones. El refranero no deja de asombrarnos en este sentido, pues también hay testimonio de la siguiente sentencia: «Ni mujer que hable latín ni hombre que hable gachupín», proverbio que hace hincapié en la misma idea de supremacía educativa de los hombres frente a las mujeres sumando a su contenido una serie de prejuicios contra la parte de la cultura mexicana no europeizante. El personal estilo ensayístico de Castellanos, horro muchas veces de la objetividad y el alejamiento del objeto propios del género, permite a sus lectores acercarse a los asuntos de que trata en sus páginas guiados por la voz personal de la autora, que todo lo tamiza y escudriña. En unos textos escritos sobre mujeres y en defensa de estas sobresale la inspiración de Sor Juana y la presentación de la monja mexicana como constante inspiración para las pensadoras contemporáneas y cimiento insoslayable de una sociedad donde el saber sea patrimonio colectivo sobre el que levantar el edificio de una nación más justa y próspera.
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