Viajar, que es una de las actividades más antiguas de la humanidad, también es de las que más efecto multiplicador tiene. Primero sería por la caza o en busca de otros territorios donde asentarse; después fueron razones comerciales, políticas, religiosas, científicas o humanas. Pero, siendo poderosos estos motivos, no explican por sí solos el persistente anhelo del ser humano de querer estar en otro sitio. Quizás haya que asumir que el viajar forma parte de las señas de identidad de nuestra especie.
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