Son muchas las óperas que se componen sin un proyecto concreto de estreno. Los nuevos montajes, caros y siempre conflictivos, están reservados para unos pocos afortunados. La creación, al menos en el papel, de una nueva ópera, es un hálito de esperanza para quienes creen en el género. Ésta es la crónica de una ópera que, por el momento, no verá la luz escénica. Su autor, Josep Soler, discípulo de Arnord Schöberg, es el compositor de El jardín de la delicias.
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