A medio camino entre el cuento de hadas y el escenario de Hollywood, el segundo país más diminuto del mundo atrae a aquellos que desean ver y ser vistos, a enamorados de la ruleta y a miles de turistas ansiosos de saborear de alguna manera el glamour de sus residentes millonarios. Es, simplemente, Mónaco, la tierra de los Grimaldi.
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