El incremento de la prevalencia de la obesidad mórbida en los países industrializados, junto a sus consecuencias sanitarias, está provocando un aumento sustancial de la actividad quirúrgica y una sobrecarga global de los servicios de salud.
Las enormes listas de espera que se están generando obligan al establecimiento de prioridades, basadas en el riesgo quirúrgico y en las posibilidades de mejorar con la cirugía, que permitan definir el orden de asignación de recursos. Por otro lado, el cirujano está obligado a practicar la técnica más adecuada a cada paciente, por vía abierta o laparoscópica, con un porcentaje mínimo de complicaciones.
Los índices de riesgo aplicables en la valoración del grado de prioridad deben basarse en la edad, el sexo, tipo de obesidad (androide o ginoide) y grado (índice de masa corporal), comorbilidad asociada, criterios psicológicos y sociolaborales. Asimismo, debe tenerse en cuenta la posibilidad de adaptación del paciente al grado de restricción y malabsorción producidos por la cirugía, así como la necesaria modificación de los hábitos de vida que contribuyan a su éxito
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