Las experiencias traumáticas vividas por una persona pueden afectar a la siguiente generación a través de diversas vías relacionadas con alteraciones en el funcionamiento de los genes.
Esa respuesta epigenética explica la persistencia de los efectos del trauma y podría hacer que los hijos de padres traumatizados fueran más propensos a sufrir trastornos mentales.
Sin embargo, es posible que los efectos epigenéticos también preparen a los descendientes para lidiar con dificultades similares a las que afrontaron sus progenitores
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