Son muy numerosas las familias botánicas que tienen representantes en el principal grupo de plantas tóxicas para el ganado, las que tienen una acción predominantemente sobre el sistema nervioso. La sintomatología que se asocia con estas plantas, si bien tiene sus particularidades en cada género, se corresponde principalmente con cuadros clínicos caracterizados por temblores y convulsiones, o con debilidad y parálisis, que suelen desembocar en un cuadro de profunda depresión terminal. Por su casuística en los últimos años hay que destacar la intoxicación por cistáceas (jaras, jaguarzos, estepas...) caracterizada por ataques pseudoepileptiformes de corta duración que aparecen cuando es estimulado el animal, aunque también pueden originar problemas renales (ovejas meonas). Las leguminosas son un grupo de plantas muy conocidas y diseminadas, algunas importantísimas en alimentación animal, como les ocurre a los altramuces o lupinos y a los latirus, y otras crecen únicamente silvestres, como le ocurre al garbancillo (Astragalus lusitanicus). También se han diagnosticado casos de intoxicación por gramíneas, particularmente por alpistes (Phalaris spp.). El grupo de las umbelíferas es tal vez el más tradicional como plantas convulsivantes integrando algunas de las plantas de mayor toxicidad conocida como es el caso de las cicutas (Cicuta spp., Conium maculatum) o del nabo del diablo (Oenanthe crocata). Junto a estas se encuentran otras numerosas familias (ranunculáceas, liliáceas, papaveráceas, cariofiláceas...) con representantes que serán comentados en sus características tóxicas más sobresalientes.
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