La hacienda real castellana entró en el reinado de Carlos I en un estado lastimoso del que no logró recuperarse, y lastró el reinado de su heredero, además de llevar la política de la venalidad a un nuevo nivel, que terminó de hipotecar, a través de la venta de juros, los tributos reales ordinarios de la Corona. No obstante, esta política vino a favorecer a todos aquellos que disponían de recur· sos para comprarlos engrosando sus ingresos fijos, con una nueva entrada, vedada de otro modo, a individuos e instituciones, en unos reinos donde los bienes raíces productores de rentas estaban ya copados en su mayor parte. Las florecientes villas del Renacimiento y las élites que encarnaban su gestión encontraron en él una fuente de recursos permanente. Esto fue lo que sucedió en el caso de la villa de Muros, perteneciente al señorío arzobispal compostelano, que a diferencia de la otras como Noia o Pontevedra, con mayor trayectoria, carecía de recursos hacendísticos de envergadura como podían ser portazgos, pontazgos , etc. El presente articulo se aproxima a este contexto histórico y a los beneficios que reportó dicha compra para las haciendas municipales, en especial la muradana, a Lt'avés de sus fuentes, acerca.ndolas al lector, lo que interesa por cuanto, pese a ser bien conocidas, apenas se han editado.
© 2001-2024 Fundación Dialnet · Todos los derechos reservados