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Resumen de ¿Se le podía haber ganado a Rafael Correa?

Enrique Crespo

  • L as arrolladoras victorias del actual Presidente de la República en las urnas se encuentran fundamentadas en el gran vacío que dejó el antiguo sistema de partidos políticos que regía en nuestro país. Rafael Correa, si queremos verlo de esa manera, se encontró en el momento y tiempo indicados para llegara la presidencia. Su carisma, infinita capacidad de trabajo y la gran cantidad de recursos que ha tenido a su haber, sumado a los subsidios que brinda un Estado paternalista y a su hábil equipo de trabajo -que ha logrado sostener con publicidad la imagen del Primer Mandatario- por encima de todos los ecuatorianos, con sus propios recursos son las herramientas con las que el Primer Mandatario ha logrado mantenerse con altos índices de popularidad y confianza. Este fue el escenario en el que la oposición ecuatoriana tuvo que confrontarlo, en la pasada lid democrática.El contexto en el que surgen las elecciones de 2013De cara a las elecciones del 17 de febrero del presente año, para la oposición la inquietud más grande tuvo que ver con si era en verdad posible derrotar en las urnas al actual Presidente. En este sentido, y para poder responder esta pregunta, es prudente empezar por definir al sistema ecuatoriano como uno mixto. Según las nociones expresadas por autores como Diamond (2002) y Montero (2010), se trataría de un ejemplo de democracia no consolidada, en la que se han emprendido ciertas acciones y políticas -por parte de su mandatario- de corte mucho más autoritario que democrático, de ahí su caracterización de régimen híbrido.[1] Entre las características más importantes que menciona el autor con respecto a este sistema se encuentran el uso de la democracia directa en reemplazo de la representativa y la legitimación del accionar gubernamental a través de procesos electorales en condiciones favorables para quienes ostentan el poder.[2] Es evidente que el Ecuador encaja dentro de estas definiciones y nociones.Vale la pena, también, citar el trabajo de Valerie J. Bunce y Sharon L. Wolchik, quienes en su obra Defeating Dictators: Electoral Change and Stability in Competitive Authoritarian Regimes plantean una serie de pautas a seguir para derrotar a un presidente en un sistema híbrido. Son cuatro los puntos fundamentales que ellas delinean: formar un bloque electoral de oposición; convencer al votante medio de que la elección puede ser ganada (o que se puede derrotar al actual gobierno en las urnas); incluir a nuevos votantes y a opositores del régimen como parte del bloque electoral y, por último, convencer al votante medio de apoyar al bloque de oposición.[3]Por qué no se plasmaba como una opción real¿Qué tan posible era este escenario bajo la realidad ecuatoriana? Por un lado, tenemos los factores previamente mencionados sobre Rafael Correa, que dentro de un sistema híbrido, lo convierten en un líder que en papel resulta invencible. Esto, porque que tiene de su lado no solo su personalidad, sino también una maquinaria implacable que durante todo este tiempo, desde su primer mandato, se ha encargado de prácticamente mitificar su figura y hacerla inmune a toda suerte de escándalos, además de la conformación de un sistema electoral en el cual las cartas estarían puestas a su favor.Por otra parte, la ya de por sí frágil oposición ecuatoriana no cumple de manera alguna con los preceptos antes enunciados; empezando por la más crítica de las facciones de oposición, la conformada por el ala de la derecha ecuatoriana, que optó por dividirse y plasmar diferencias inverosímiles. Éstas son visibles al analizar los diversos planes y propuestas de campaña, que en lugar de sumar voluntades y fuerzas alrededor de una misma motivación (vencer al Presidente) para crear un bloque sólido, optaron por la voluntad de imponer sus propias visiones o intereses. Así, la oposición terminó por quebrantarse debido a las aspiraciones individuales de cada uno de sus líderes, cuyos egos disiparon la posibilidad de consolidar un frente único.Adicionalmente, los aspirantes presidenciables se dedicaron a realizar todo tipo de campañas y recorridos con cualquier suerte de enfoque, menos uno que se planteara convencer a la población ecuatoriana de que había la posibilidad de derrotar en las urnas al actual Presidente. En cuanto a sumar nuevos votantes a esta causa, la división de los partidos y la candidatura de ocho postulantes llevó al electorado a fragmentarse, comprometiendo los votos de los indecisos, los nuevos votantes y los opositores. En este sentido, vale la pena recalcar el caso venezolano, donde, tras doce años, finalmente la oposición logró posicionara un solo líder para enfrentarse a Hugo Chávez. La ardua batalla que libró, a pesar de no triunfar en las urnas, dejó en claro dos cosas: la primera, que las fuerzas políticas pesan más juntas que disipadas en los sistemas híbridos; la segunda, que la única forma de generar oposición es dejar de lado el egocentrismo y enfocarse en la meta común.Los optimistas que lideraban la oposición en Ecuador, así como sus representantes, aseguraron, cada uno a su vez, que serían ellos quienes vencerían a Rafael Correa en una segunda vuelta. Sin embargo, al analizar el panorama y las condiciones necesarias para que la derrota sea un escenario probable, prevaleció la certeza de que vencer al Primer Mandatario resultaba un tanto imposible.Recomendaciones y conclusionesAquellos candidatos que decidan en el futuro manejar una campaña responsable deberán buscar explotar las debilidades del sistema y de quien en ese momento se encuentre ostentando el poder. Lo deberán hacer con integridad y honestidad, demostrando y sustentando ante los indecisos y la oposición reacia y desconfiada porqué sería necesario, y posible, derrotar al gobernante de tumo a través del voto democrático.Como lo expresan Brunce y Wolchik, no hay nada peor que la desesperanza de la derrota inminente, un factor crucial cuando consideramos que el votante medio tiende a pensar que su voto no pesa y que el candidato oficial es invencible.[3] Mecanismos apropiados como el marketing político y la transmisión de mensajes adecuados, que apelen a los sentimientos y necesidades de las personas, utilizando más las imágenes y menos las palabras, han sido eficaces en naciones como Argentina, Colombia y Perú para que los entonces candidatos pudieran triunfar en pasadas elecciones. Estas herramientas fueron poco usuales durante la última campaña en nuestro país, pero deberían convertirse en la clave para futuros procesos democráticos, si se espera vencer a la maquinaria propagandista gubernamental.Por el momento, lo mínimo que debemos esperar es que la labor realizada por la oposición garantice una Asamblea más diversa y no con una mayoría absoluta a favor del actual Presidente, escenario que hasta el cierre de esta edición se plasmaba como real, representando un peligro para la frágil democracia ecuatoriana. En cuatro años más, sin embargo, Rafael Correa estará impedido por la Constitución de 2008 de ser reelecto por tercera vez. Entonces, la cuestión no será cómo vencerle, sino quién será ‘digno’ de sucederle. Si para ese entonces la oposición habrá madurado lo suficiente como para darse cuenta de que el trabajo en equipo y la presión ejercida desde la unión pueden más que el individualismo y los egos, que hoy por hoy los enfrentan en el ring contra el campeón, con dos manos atadas y cojeando, finalmente habrá cumplido con su rol de honrar a la democracia.


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