Quito, Ecuador
El Vicepresidente de la República es un conspiradora sueldo.” (Velasco Ibarra, 1968)Desde el año 1996 hasta 2006, el Ecuador sufrió una grave crisis de inestabilidad, sobre todo en el poder Ejecutivo. Durante esta década pasaron seis presidentes por Carondelet, de los cuales tres fueron sucedidos por sus respectivos vicepresidentes.A través de la historiaPara comenzar, es necesario comprender que los conflictos de inestabilidad política no son nuevos en la historia republicana del Ecuador. Hasta antes de 1978, nuestra Constitución dictaba como única función del Vicepresidente la de reemplazar al Presidente “en caso de ser necesario”[1] relegándolo a un plano casi irrelevante dentro del gobierno. Además, los binomios no eran escogidos en conjunto, sino por separado. De hecho, la frase de Velasco Ibarra -“El Vicepresidente de la República es un conspirador a sueldo”- fúe emitida tras su triunfo en las urnas, pero no así su compañero de fórmula, Víctor Hugo Sicouret, dejando así la Vicepresidencia a Jorge Zabala, quien eventualmente se convertiría en un enemigo político dentro de Carondelet.En 1978, la nueva constitución cambió los estatutos de la ley electoral, para que así los binomios presidenciales fueran elegidos en una misma papeleta y no por separado. La intención era promulgar una mejor relación entre el presidente y el vicepresidente, pero la historia de las últimas décadas nos demostró que las diferencias ideológicas, políticas y personales han impedido la cooperación entre los principales líderes del poder ejecutivo.Sin embargo, con la nueva constitución, las pugnas y lucha por el poder dentro del legislativo continuaron sin tregua alguna. En 1982, el presidente Oswaldo Hurtado emitió fuertes críticas hacia la administración de su vicepresidente León Roídos y se especulaba que no tenían una buena relación, incluso antes de asumir el poder. Asimismo, León Febres Cordero, fue duramente criticado por su vicepresidente, Blasco Peñaherrera por irregularidades en los contratos para la construcción de la Perimetral en Guayaquil. A pesar de ello en 1987 Peñaherrera incluso demostró su lealtad durante “El Taurazo”* y no asumió el poder, como el congreso se lo pedía, continuando al mando de León.Las funciones del presidente y vicepresidente eran paralelas y la línea divisoria muy difusa, ocasionando así conflictos y desacuerdos que ponían en peligro la estabilidad política del país. La pugna entre ambas figuras se evidenciaba en la obligación del vicepresidente de presentar un informe anual ante el congreso sobre la ejecución del Plan de Desarrollo, lo que a juicio de Peñaherrera “era algo absurdo, ya que al vicepresidente le estaban dando la función de fiscalizar las obras del gobierno”[2].Fue necesaria una nueva constitución en 1997 para que se delimitaran las funciones dentro del ejecutivo. En ella se promulgaba “lo mejor era que el propio Presidente le designara sus funciones al Segundo Mandatario, y que solo ante una falta definitiva el Vicepresidente lo reemplace”, según el constitucionalista Orlando Alcívar, integrante de la Asamblea de 1997[2].Pero las discrepancias no cesaron. Para Rosalía Arteaga, esto se debe a que “el cargo en sí mismo tiene una serie de dificultades; si se tiene un perfil alto se piensa que está serruchándole el piso al Presidente, y si se tiene un perfil bajo, comienzan los cuestionamientos de que ¿para qué existe el cargo?” Por su parte, Peñaherrera señaló “es una cuestión de relaciones personales”[2] como culpable de este patrón. Sea como fuere, fruto de esta inestabilidad, heredamos seis presidentes en la última década, previo a Rafael Correa.Vicepresidencia actualAunque los últimos vicepresidentes, no se han destacado en el desarrollo de la política ecuatoriana, el Segundo Mandatario actual, Lenin Moreno ha sido el responsable de otorgar a este cargo un nuevo rol ante la sociedad. Moreno ha sabido ocupar su lugar en el gobierno y se ha ganado la aceptación mayoritaria de los ecuatorianos; a fines del año 2010, según la encuestadora Cedatos Gallup, Moreno tenía una aceptación del 81%, superior al 51% de Rafael Correa[3].Ha enfocado su trabajo al bienestar de las minorías, con el impulso de programas sociales como Manuela Espejo, Misión Joaquín Gallegos Lara, Con Pie Derecho y Sonríe Ecuador, además de su apoyo al Yasuní-ITT.Su dedicación le ganó gran reconocimiento a nivel nacional e internacional; por ello fue nominado al premio Nobel de la Paz.Tras ese legado, que sentó un nuevo precedente para la vicepresidencia, es evidente el reto que debe asumir el próximo en ocupar esa posición y aún más importante, es esencial comprender que el futuro vicepresidente se encuentra, desde ya, comprometido ante las minorías del país para representarlas y darles voz ante el Ejecutivo.De hecho, gran parte de los nuevos candidatos a la vicepresidencia están directamente relacionados a los grupos “de minorías” tradicionales del Ecuador: afro-ecuatorianos, pescadores, artesanos, indígenas, campesinos, estudiantes, entre otros. Surge así, un ambiente de mayor representatividad y nace una mayor expectativa con respecto a esta figura.Para una exitosa gestión, la vicepresidencia deberá realizar una coordinada labor con el Ejecutivo, priorizando el desarrollo, la igualdad y la libertad, para que, amparada por la democracia siente el paso hacia un gobierno cada vez más efectivo en sus funciones, a favor de la población y de la democracia que los eligió.
© 2001-2024 Fundación Dialnet · Todos los derechos reservados