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Crisis de Partidos Políticos la constante en la democracia ecuatoriana

    1. [1] Universidad San Francisco de Quito

      Universidad San Francisco de Quito

      Quito, Ecuador

  • Localización: El Outsider, ISSN-e 1390-8901, Vol. 1, Nº. 0, 2013
  • Idioma: español
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  • Resumen
    • ¡Que se vayan todos! fue la proclama que se escuchó en las calles de Quito aquel 20 de abril del 2005, tras la caída del Ing. Lucio Gutiérrez. Y es que es innegable que el Ecuador vivió -y vive aún- una crisis de los partidos políticos tradicionales, arrastrada desde las elecciones del 2002, hasta la llegada de la Revolución Ciudadana, con su estigmatización de la partidocracia. Cuando era candidato a la presidencia en el 2002, Gutiérrez aseguraba: “Si Noboa y yo estamos encabezando es porque la gente dijo basta a los mismos políticos de siempre”[1].A partir de ese año electoral, tanto el Partido Renovador Institucional de Acción Nacional (PRIAN) y el Partido Sociedad Patriótica (PSP) tomaron la posta de los partidos tradicionales como el Partido Social Cristiano (PSC), Izquierda Democrática (ID), Democracia Popular (DP), Movimiento Popular Democrático (MPD) y el Partido Roldosista Ecuatoriano (PRE). No obstante, con el liderazgo de Rafael Correa y su movimiento Alianza PAIS en el 2006, la dinámica del sistema de partidos volvió a cambiar. Actualmente, tanto el PSP como el PRIAN representan a la partidocracia, según el oficialismo.Ahora, cabe preguntarse: ¿Hasta qué punto el nuevo sistema de partidos será sostenible y legítimo para el electorado?Causas de la crisis de partidosLos partidos políticos son, por excelencia, el “eslabón de representación entre el gobierno y los ciudadanos, éstos reflejan las diversas aspiraciones de una sociedad heterogénea, pero también modelan la estructura social, económica y cultural de un país, a través de las políticas de gobierno que aprueban”[2]. Por ello, es necesario que los partidos presenten un alto grado de representatividad, legitimidad y credibilidad, cualidades carentes en los partidos políticos ecuatorianos.La falta de Identificación y conexión de los ciudadanos con estas organizaciones ha resultado en una población marginada política y socioeconómicamente, que a su vez propicia a un electorado volátil y vulnerable frente a medidas clientelares que dan cabida a la presencia de ‘outsiders’ y candidatos antisistema. Es así como Gutiérrez y Correa, con un discurso anti partido, calaron hondo en los ecuatorianos, aprovechándose de “la pérdida de control de redes clientelares por parte de los partidos tradicionales en beneficio” de sus organizaciones, alcanzando finalmente la Presidencia.[3]Esta carencia de representatividad también facilita el surgimiento de asambleístas independientes (permitido tras el referéndum de 1997) que desean alejarse de los viejos partidos para no manchar su imagen frente al electorado. Sin embargo, al existir diputados y asambleístas carentes de ideología, se presentó un espacio propicio para que personas ajenas a la política, como personajes de la televisión, deportistas y artistas nacionales fueran electos tanto en el Congreso como en la Asamblea. La persistente crisis ha resultado en que, en la actualidad, tanto los partidos políticos tradicionales como los nuevos, (quienes incluso criticaron este recurso previamente), utilicen la popularidad de estas figuras públicas para atraer votos desprovistos de ideología.El politólogo Simón Pachano considera que, desde el período electoral del 2006 hasta la actualidad, con la incursión de Rafael Correa en la política a través de PAIS, se ha generado un cambio de sistema de partidos que se puede clasificar como uno de pluralismo extremo a uno de partido predominante.[4] Es decir que el electorado en el 2006 -alentado por el actual Presidente de la República a votar nulo y testigo de su victoria en 14 provincias, junto a la posterior destitución de 57 diputados de oposición reiteró una vez más la ilegitimidad y el rechazo total al sistema de partidos tradicionales y depositó su confianza en un solo movimiento: PAIS. Confianza que se vio legitimada como nunca antes en la historia ecuatoriana en siete oportunidades: la victoria en las elecciones presidenciales de 2006; la consulta a la convocatoria a una Asamblea Constituyente en abril de 2007; la mayoría en la Asamblea Constituyente en septiembre de 2007; el triunfo del ‘Sí’ a la Constitución en septiembre de 2008; la victoria en las elecciones presidenciales y de 59 asambleístas en abril de 2009, y el ‘Sí’ a la consulta popular en mayo de 2011. Finalmente, el 17 de febrero de 2013, el pueblo reiteró su confianza una vez más.¿Continúa la crisis del sistema de partidos?Con la elección y reelección de Rafael Correa, en 2007, 2009 y 2013 respectivamente, se rompió el recurrente patrón bajo el cual “ningún partido político lograba tener más que un presidente elegido”. Asimismo, cuando Alianza País obtuvo 59 escaños en la Asamblea, disminuyó el número efectivo de partidos* al nivel más bajo desde el retomo a la democracia, de una media de 5,85 hasta las elecciones del 2006 hasta un promedio de 3,76 en las elecciones del 2009.[6]Sin embargo, y a pesar de que se podría considerar que el sistema de partidos se encuentra en un momento de transición, es incuestionable que éstos continúan carentes de legitimidad frente a los ciudadanos. Tanto en el 2008 como en el 2010, los partidos políticos presentaron los niveles más bajos de confianza dentro de las instituciones del Estado, con 22.6 y 26.4 puntos respectivamente, dentro de una escala de 0 a 100[7].El sistema de partidos actual continúa presentando algunas características del anterior, como la atomización de partidos. La creación de nuevos partidos tiene sus raíces en la ambición personal que presentaban ciertos políticos para figurar y liderar las campañas.Hoy en día, la creación de estas instituciones como vehículos electorales se presentan nuevamente en los casos de los movimientos Creando Oportunidades (CREO) de Guillermo Lasso y SUMA de Mauricio Rodas. Igualmente, la fragmentación partidaria interna y los llamados ‘camisetazos’** no están exentos en estas elecciones. Un partido tradicionalmente importante, como la ID de tendencia socialdemócrata, ha distribuido a sus principales políticos entre los movimientos CREO, Avanza y Ruptura25.Asimismo, figuras como la de Auki Tituaña, que sin desafiliarse de Pachacutik aceptó ser candidato a la vicepresidencia por el movimiento CREO, y Juan Carlos Solines, quien finalmente se convirtió en el binomio de Lasso tras haberse desempeñado como presidente del Movimiento Concertación, evidencian nuevamente la falta de incentivos colectivos, como la poca importancia de la ideología y las convicciones políticas, en la toma de decisiones.El caudillismo y el personalismo político característico del sistema de partidos ecuatoriano no se ha alejado de los partidos políticos actuales. El PSP, el PRIAN y PAIS están bajo la única y sola tutela de sus líderes, Lucio Gutiérrez, Alvaro Noboa y Rafael Correa respectivamente, por lo que si estas piedras angulares cayeran, el partido entero se desmoronaría.La indefinición y discrepancias ideológicas, junto a la ruptura de alianzas, es aún característico de este sistema. Un ejemplo claro es el PSP, que se presentó en el 2002 con una tendencia de centro izquierda y forjó alianzas con Pachacutikyel MPD, mientras que en las elecciones de 2013 profesó una tendencia de centro derecha. De la misma manera, los movimiento Ruptura25, Pachacutik y MPD, que apoyaron a Rafael Correa en la elección del 2006, en 2013 se convirtieron en sus rivales, tanto en las elecciones del legislativo como en las presidenciales.ConclusionesA pesar de que el Ecuador ha pasado de un sistema de partidos de pluralismo extremo a uno de partido predominante, como lo dijo Pachano, todavía la realidad de un sistema de partidos políticos fuertes y, sobretodo, institucionalizados, es lejana. Y es que, evidentemente, los partidos políticos tienen que ser instituciones confiables que logren sobrepasar sus 20 puntos de confianza, actuar coherentemente de acuerdo a la ideología que profesan, deslindarse de caudillismos y la personalización del poder, y, por sobre todo, deben ser reconocidos como el medio de representación de los intereses de la sociedad a nivel nacional, para que así el grito de ¡que se vayan todos! nunca más sea escuchado.


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