“Los bailes y cantos del folclor costeño del Caribe (cumbia, porro, gaita, mapalé, bullerengue, paseo y vallenato), así como los del Pacífico (currulao, jota, juga, aguabajo, etcétera) son definitivamente mucho más neoafricanos y se relacionan con géneros similares del vecino Panamá (en especial, el tamborito, una especie de cumbia panameña). Sin embargo, la costa colombiana cultiva también la décima sabida e improvisada -y cuyos cultivadores son fundamentalmente negros-, lo cual la acerca en gran medida a los géneros ternarios del interior y al resto del ternario caribeño”1 Con que peso esta descripción de los recorridos musicales en la costa del Caribe colombiano cae sobre los argumentos de los historiadores y musicólogos colombianos, que por mucho tiempo desconocieron el estudio de la música caribeña como fenómeno, y la ausencia, sin embargo, en la misma región, de un rigor científico, modelado por las metodologías interdisciplinarias, para los estudios culturales, que en el caso de Antonio García de León Griego, configura en su obra “El mar de los deseos. Historia del Caribe hispano musical. Historia y contrapunto”, la travesía de los saberes musicales que se combinaron en densas mixturas y poblaron las tierras enmarcadas por el salitre y los huracanes.
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