Afronta el autor las dificultades que se tienen para la experiencia de Dios en una cultura que ha dejado de tener influencia, con unos jóvenes que viven del presente y del sentirse confortables, que consideran la diversión como parte fundamental de su vida. Personas que buscan en la familia un refugio afectivo, sin grandes referencias que les entusiasmen. con un horizonte que acaba en lo cotidiano y, a menudo, con la imagen de un Dios manejable. prisioneros de un narcisismo que les dificulta abrirse a Alguien.
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