Madrid pertenece a ese grupo de ciudades europeas, a la cabeza de las cuales figura Lisboa que pugnan por sumarse ya a la exigencia de coordinar sus diferentes modos de transporte con el fin de prestar un mejor servicio a los usuarios. Londres, París, Estocolmo o Hamburgo, por citar algunas grandes capitales europeas, constituyen ejemplos ilustrativos con características diferenciables bien definidas pero que tienen un nexo común: el transporte urbano e incluso regional, sus distintas modalidades, precisan arbitrar sistemas de coordinación que posibiliten el diseño de sistemas de transportes adecuados a la complejidad de unos ámbitos territoriales complejos.
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