La población inmigrante en nuestro país ha ido aumentando desde mediados de los ochenta de forma muy significativa. Este incremento supone un reto colosal para nuestra sociedad. El encuentro con esta población y con este fenómeno no debe abandonarse a la espontánea inercia de los acontecimientos, la historia de otros países con más tradición nos previene contra esa no intervención. Es esencial el diseño de una política social que se haga cargo de esta realidad compleja y dinámica en la que todos estamos inmersos. Esta política debe enmarcar intervenciones pertinentes siempre definidas desde la igualdad y el conocimiento mutuo.
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