Castilla-La Mancha ha ido representando en la historia un papel crecientemente dependiente de Madrid. Primero, ha abastecido a la capital de productos del campo, después de la mano de obra que Madrid necesitaba y, más tarde, se ha convertido en fuente de recursos básicos, como agua y energía. Castilla-La Mancha, una región débil en muchos aspectos debe buscar su fortalecimiento tanto en el aprovechamiento de los recursos que posee como en la disminución de sus vínculos con Madrid en términos relativos, a través de la potenciación de relaciones con otras comunidades y con el exterior.
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