En los 8000 kilómetros cuadrados que en los mapas figuran adscritos a la denominación de Madrid, se observan pocos datos que contribuyan a determinar su singularidad. Sin embargo, en el espacio madrileño confluyen la España calcárea, la silícea y la arcillosa; de ahí que el color de lo "madrileño" no resida en lo original y único sino en lo ecléctico y heterogéneo.
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