El capitalismo nos ha recluido a todos en su prisión sin barrotes hecha de chucherías, mentiras, hipocresía y violencia estructural; si no protestamos es porque también nos ha convencido de que fuera aún se está peor. Y, sin embargo, esas afueras siguen fascinando a unos pocos que buscan lugares difusos desde donde resistir, poner en práctica intervenciones furtivas, fugaces, espectaculares, desde las que empezar a construir nuestras propias soluciones al capitalismo.
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