A finales del siglo XVII, la región del Báltico estaba en paz. No se había producido una guerra importante desde hacía más de tres décadas, pero esta situación perduró no porque fuera sostenible, sino porque los países que no estaban satisfechos con el dominio de Suecia tenían sus propios problemas. La Gran Guerra del Norte comenzó el 22 de febrero de 1700, cuando un ejército sajón cruzó la frontera de Livonia e intentó tomar Riga. A su vez, las tropas rusas asediaron Narva, en Ingria. Pese a haber sido agredida desde dos frentes, Suecia demostró su resistencia y tomó la iniciativa en una contienda en la que se mantuvo victoriosa de forma ininterrumpida durante nueve años.
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