La inmensa mayoría de los sacerdotes realizan su ministerio con un esfuerzo gozoso, frecuentemente fruto de un heroísmo silencioso. Trabajan hasta el límite de sus propias energías, sin ver, a veces, los frutos de su labor. Con todo, hemos de decir también que, en nuestros días, el sacerdote experimenta dificultades en el ejercicio de su minis-terio pastoral.
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