La relación entre alimentación, política y acción colectiva no es nueva. La alimentación es un símbolo potente de lo que aflige a la sociedad, es una forma de transformar cuestiones como las clases sociales o la explotación en una realidad material y visceral. No hace falta recordar los motines populares —bread riots— en la Inglaterra del siglo dieciocho o los motines populares en Italia de 1898, llamados también las protestas del estómago —le proteste dello stomaco—. Ambos fenómenos sociales, y, como muchos otros casos similares a lo largo de la historia y del planeta, fueron guiados por el injusto aumento del precio del pan, de los impuestos sobre el trigo, el maíz, etcétera.
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