Os parecerá paradójico el ver que una reflexión dirigida a la vocación sacerdotal la inicia un laico, que además es, una mujer laica. ¿Por qué razón, sobre un tema como éste, no dar la palabra en primer lugar a un sacerdote o a un obispo? La sorpresa es legítima. Y no obstante esta pequeña extrañeza, el que se comienza por mi intervención, puede ser un precioso mensaje. Efectivamente es el recuerdo discreto pero esencial de que la realidad que se divisa en el horizonte de todo, la que puede comunicar la identidad del sacerdote y de su misión, es la Iglesia de Cristo en su totalidad, la vida del Cuerpo total de Cristo.
© 2001-2024 Fundación Dialnet · Todos los derechos reservados