No hay ninguna monografía de Kant sobre el concepto de «revolución». Recurrimos a pasajes del conocimiento teórico (Geometría, Física, Astronomía), de la Metafísica (en la forma de su propia crítica) e incluso del Derecho y nos servimos de la idea de que una revolución conduce respectivamente a un cambio de fin o de poder en el ser humano. Si antes el sujeto tenía que seguir la imposición no ordenada de los objetos, ahora mediante la revolución los somete a la propia legislación racional. La autonomía ocupa el lugar de la heteronomía. Kant ordena las diversas revoluciones en una historia filosófica que no recuenta hechos empíricos ni se somete a ellos, sino que sigue la sistemática de la propia crítica, de la razón. Para mostrarla son fundamentales el prólogo a la segunda edición de la Crítica de la Razón Pura (1787) y el segundo capítulo de El Conflicto de las Facultades (1798), donde el uso difuso de la palabra «revolución» gana precisión incisiva y fuerza sugestiva. Recientemente se ha perdido el esplendor en lo político y la precisión en lo teórico ha cedido al abuso arbitrario de «giros» y «vueltas» y «revoluciones».
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