Adela Martínez Fernández, Silvia Baizán, Fernando Vicente Mainar
El sector productor de leche de vaca ha experimentado un profundo cambio en los últimos años. En este proceso se han identificado diferentes modelos de alimentación con un gradiente de intensificación de la producción que aumenta con el tamaño de la explotación, pero con rasgos comunes relativos al carácter familiar de las explotaciones, a la importancia de la base forrajera, a las limitaciones de superficie, al incremento de la productividad por animal y por hectárea, al mayor uso de la hierba fresca y ensilada en las granjas pequeñas y a una mayor dependencia del ensilado de maíz en las de mayor tamaño (Flores et al., 2017). Este proceso de intensificación, supone una menor autonomía alimentaria y, como consecuencia, una mayor dependencia de las oscilaciones de los precios de mercado de las materias primas para piensos sobre los costes de producción. De hecho, la demanda de semillas proteaginosas a nivel mundial se ha triplicado en los últimos 25 años debido a la competencia por la proteína vegetal para alimentación animal, ya que, la tasa de autoabastecimiento de proteínas vegetales en la UE apenas llega al 30%.
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