La banca española ha hecho un importante esfuerzo en los últimos años para adaptarse a un entorno que exige a las instituciones financieras ser más flexibles, eficientes y centradas en satisfacer las necesidades de un cliente cada vez más exigente. En este entorno, el tradicional modelo de negocio de las entidades debe variar hacía una estructura basada en componentes, que permita sacar el máximo rendimiento de sus estrategias comerciales y encontrar nuevas fuentes de eficiencia.
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