Es un hecho que, debido a sus múltiples manifestaciones, la acepción del concepto de educación es polisémica. En efecto, en tanto que el fenómeno educativo tiene presencia en distintos ámbitos de la vida cultural y social del hombre, la acepción del término adquiere distintas interpretaciones por parte de quienes hemos asumido la tarea de comprenderlo a cabalidad, por lo menos en la medida de las posibilidades. No obstante, quizá no sea aventurado afirmar que una de las principales características que ha acompañado al término desde la época ilustrada del siglo XVIII —y hasta el día de hoy— es la promesa de que la educación es el medio a través del cual se alcanza el perfeccionamiento gradual y progresivo del hombre y, por tanto, también el de la sociedad. Considerando lo anterior, a lo largo del presente texto mi objetivo es bosquejar algunas consideraciones conceptuales que, desde la filosofía de Giorgio Agamben, particularmente desde sus nociones de creación y literatura, permiten dilucidar una acepción de formación radicalmente distinta. A partir de ellas, el supuesto principal del que parto es que en el acto poético, antes que buscar proyectar al hombre hacia una configuración plena y concluida en el futuro como ocurre con la acepción genérica modera de educación, el sujeto creativo emprende un ejercicio de desmontaje, o bien, de reconfiguración permanente. Entendido de esta manera, el proceso formativo del hombre resulta ser un proceso constante de re-creación, éste siempre latente y potencial.
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