Madrid, España
En los últimos diez meses de la guerra, bajo la dirección del “comandante más grande de todos los tiempos”, como algunos llamaban, con ironía, a Hitler, y pese a la oposición del inspector general Guderian y de otros expertos que hubieran deseado mantener la capacidad combativa de las divisiones regulares tantas veces probadas en combate, las fuerzas acorazadas alemanas recurrieron a medidas primero experimentales y luego simplemente desesperadas, para reforzar el Ejército. Entre las primeras estuvo la creación de nuevas brigadas Panzer independientes. Entre las segundas, además de la desastrosa creación de divisiones de personal “excedente” de la destruida Luftwaffe o de la Kriegsmarine, de excelente calidad humana pero sin adiestramiento de infantería, destacó la creación, sobre todo al final, de divisiones improvisadas, o la reclasificación como divisiones de unidades menores, que estuvieron sistemáticamente cortas de efectivos –a menudo no llegaban ni a regimientos– y sin la estructura adecuada, orgánica, de mantenimiento y logística, sancionada por años de experiencia.
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