El éxito de la difusión de la obra de Gabriela Rosas radica en su afán por no abandonar el cuento eterno: el amor. Hombres, mujeres, jóvenes y no tan jóvenes nos vemos desnudos ante la construcción sencillísima de versos profundos, a veces explosivos, a veces muy tiernos; en todos una piel, unos besos, una pérdida son necesarios. Heredera de la coreografía amorosa, acompasada por la generación de los 80, Rosas nos ilumina justo cuando estamos en ese momento en el que el amor muta o decide abandonarnos.
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