En los días que siguieron a la invasión rusa de Ucrania, el frenesí de la guerra alcanzó su punto álgido. Se hizo un llamamiento a las armas en todo el mundo para unirse al esfuerzo bélico y se enviaron cargamentos de armas desde Estados Unidos y Europa a los campos de batalla y las trincheras de Ucrania para contrarrestar el avance de Rusia. Los llamamientos a la desescalada y al diálogo fueron marginados, ignorados o malinterpretados como prorrusos o pro-Putin. Se convirtió en un tabú rechazar el militarismo en favor de la paz.
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