Los documentos inquisitoriales de Almazán permiten observar las actividades diarias seguidas por los conversos en los diferentes lugares de la incipiente unión castellano-aragonesa. Con frecuencia, las costumbres judías se mezclaban con las cristianas, aún no muy definidas, y mutuamente se impregnaban de magia y supersticiones. El judaizante de principios del siglo XVI en Almazán incumplía a cada momento los rígidos preceptos cristianos de la Iglesia al mantener la tradición en la que se había educado. Tuvieron que cambiar su forma de pensar y de sentir, de repente, sin que existiera un sistema real y eficiente de conversión y de catequización gubernamental o eclesiástico que les permitiera integrarse de una forma más lenta pero más segura dentro del cristianismo
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