En el imaginario occidental del siglo XX, el Estado vestía el uniforme del policía, la bata de la enfermera y el traje del planificador. Con la fuerza que le daba una burocracia cada vez más capacitada y numerosa, organizó la sociedad con puño de hierro y guante de seda. Pero, en los últimos veinte años, un Estado mermado de recursos improvisa una parafernalia muy distinta.c
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