Los valores arquitectónicos de pueblos y ciudades, el desastre urbanístico generalizado y la pérdida irreparable del paisaje, y de la biodiversidad, han dibujado un panorama de la fealdad en España que es imposible soslayar. Una carrera vertiginosa en los últimos sesenta años, sin remedio, que supone también una pérdida de la memoria colectiva.
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