Desde inicios del 1 milenio a. C. la pesca y las salazones se convirtieron en un recurso de primer orden para la subsistencia y el comercio de los fenicios asentados en Occidente. Las técnicas traídas del Levante mediterráneo permitieron multiplicar las capturas, conservarlas en sal, fabricar nuevos productos y comerciar con ellos a largas distancias. Entre los siglos VI-V a. C. pasaron de ser un alimento modesto a convertirse en apreciadas delicatessen, en especial el atún rojo, muy apreciadas entre fenicios, iberos y griegos. Gadir, la bahía de Cádiz, obtuvo gran prestigio internacional como la principal "marca comercial" de estas conservas occidentales.
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