La actual crisis de la democracia alimenta la impresión de que las sociedades democráticas están estancadas entre el populismo y la tecnocracia, entre el gobierno de los expertos y el gobierno de las masas ignorantes. Pese a todas sus diferencias, el populismo y la tecnocracia son igualmente incompatibles con la democracia. En contra del compromiso democrático de dar a todos los ciudadanos igualdad de voz en las decisiones políticas, el populismo y la tecnocracia requieren que los ciudadanos defieran ciegamente a las decisiones de otros. Ese es el elemento autocrático que ambas comparten. En este momento de crisis, es especialmente importante defender la posibilidad de una democracia genuina frente al tipo de exclusiones que fomentan tanto el populismo como la tecnocracia. Lamentablemente, muchas concepciones populares de la democracia contienen supuestos populistas o tecnocráticos que amenazan el ideal democrático de inclusión. Justifico esta afirmación en dos pasos. En primer lugar, analizo las concepciones pluralistas profundas, epistocráticas y lotocráticas de la democracia. Demuestro que cada una de estas concepciones ofrece «atajos» institucionales en un intento de resolver problemas tales como la superación de los desacuerdos, la ignorancia política de los ciudadanos o la mala calidad de la deliberación pública. Sin embargo, en lugar de afrontar los problemas mismos, las soluciones propuestas requieren que los ciudadanos defieran ciegamente a actores sobre cuyas decisiones no pueden ejercer ningún control democrático. Este es su núcleo antidemocrático. En un segundo paso, analizo las raíces de la exigencia de deferencia ciega en cada una de estas concepciones...
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