La concepción de la adicción como una enfermedad crónica con base cerebral se ha hecho predominante en los últimos años. Desde ella, se promueve la idea de que una persona con un trastorno adictivo sufre cambios en la estructura y el funcionamiento de su cerebro haciendo que pierda el autocontrol sobre su comportamiento. Además, desde este modelo biomédico, las personas que abusan de las drogas son consideradas enfermas promoviendo su atención médica y su consideración social siendo así, el individuo más propenso a externalizar los motivos de las recaídas y de los abandonos y mostrando menos implicación en su rehabilitación. Debido a estas asunciones, en los últimos años han proliferado los estudios que cuestionan este modelo desde el ámbito metodológico, ético y sociológico. Por ello, en esta revisión pondremos en duda esta perspectiva reduccionista destacando la necesidad de considerar la interrelación entre el cerebro y el entorno para proporcionar una comprensión más amplia e integral de la adicción. Para ello, proponemos que la neuropsicología y su estudio de los procesos cognitivos es la mejor manera de entender tanto el inicio como el curso de los trastornos adictivos.
The conception of addiction as a chronic brain disease has become prevalent promoting the idea that a person with an addictive disorder undergoes changes in the structure and functioning of his or her brain. Unfortunately, when these brain changes occur, the individual loses selfcontrol over his/her behavior. From this biomedical model of addiction, people who abuse drugs are considered sick promoting their medical care and social consideration. Moreover, from this idea of addiction as a brain disease, the individual is more likely to externalize the reasons for relapses or dropouts during treatment showing little involvement in rehabilitation. Due to these assumptions, in recent years there has been a proliferation of studies questioning this model from methodological, ethical and sociological perspectives. Therefore, in this review we will highlight the idea that not everything is in the brain and that we must consider the interrelationship between the brain and the environment to provide a broader and more comprehensive understanding of addiction. To this end, we propose that neuropsychology and its study of cognitive processes is the best way to understand both the onset and the course of addictive disorders.
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