En 1987, cuando se publicó el informe de la Comisión de Naciones Unidas sobre Desarrollo y Medio Ambiente titulado Nuestro futuro común (aunque habitualmente conocido como Informe Bruntland, en honor al presidente de la comisión y ex primer ministro noruego), el término sostenibilidad no era de uso común. Treinta y cuatro años después, la palabra ha pasado a formar parte de nuestro vocabulario y de nuestra cotidianidad. Cualquier decisión de consumo o de producción se exige que lleve el sello de la sostenibilidad. El documento citado se basaba fundamentalmente en la cuestión medioambiental y definía la sostenibilidad como «la satisfacción de las necesidades de la generación presente sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras para satisfacer sus propias necesidades».
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