La inteligencia artificial (IA) tiene un enorme potencial transformador de la sociedad y, por tanto, comporta riesgos. Para evitar impactos indeseados hay que guiarla en busca del bien común. Las limitaciones técnicas de la IA son un límite en la respuesta a estos impactos, pero no el único. Por ejemplo, hay aplicaciones indeseables y otras con impactos difíciles de detectar, especialmente por personal técnico. Para dar respuesta a estos retos, se requiere una visión crítica, fundamentada en la ética, y herramientas (técnicas y legales) que ofrezcan garantías de su correcta aplicación. La regulación de protección de datos es un instrumento legal útil solo cuando se tratan datos personales. Esta limitación ha dado lugar a un interesante debate entre partidarios y detractores de establecer una regulación general para la IA, que en la UE se ha materializado en una propuesta de regulación.
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