El uso de armas químicas es un anatema, pero no siempre ha sido así. Estas armas se colaron en los campos de batalla a caballo de la industrialización como un medio «racional» y científico de afrontar el fenómeno del conflicto bélico. La España de Alfonso XII intentó sumarse a la tendencia, pero sus limitaciones no permitieron obtener los resultados pretendidos. Su estreno en el conflicto en Marruecos ha sido tratado en pocas ocasiones y generalmente con un prisma parcial y desde posicionamientos contemporáneos, lo que ha generado juicios fáciles y reproches con escaso fundamento
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