Era a este último equipo al que el poeta chileno se adhería, pues «ahí están», dijo, «quienes se dejan sorprender por el lenguaje, considerado este como una materia conceptual, rara y sensible, y, al mismo tiempo, un acto que media en todo lo que nos concierne respecto a la vida en este planeta... Y así y de estos presupuestos emerge una obra que confía en el trance y la auto-hipnosis que la propician; una escritura -para aclararlo con los versos de «Aprendizaje y respiración»- a la que «no le preocupa el discurso / ni tampoco el correcto curso de la redacción, / lo que ella quiere es dejar de ser una palabra / que esconda sus nervios, lo que ella desea / es ser un poema, un rayo, un trueno / en el oído interior del discurso». RUBÉN ANGEL ARIAS UNIVERSITY OF IDAHO
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