Las alegrías familiares de laymara se centran, naturalmente, en su hogar. En su casa está solo con su esposa e hijos, lejos de otros parientes. Allí puede compartir todo con su esposa. Sus obligaciones ancestrales siguen ligándolo a la comunidad, pero dentro de las paredes domésticas el aymara está temporalmente desligado de ellas y puede posponerlas durante unas horas. Por todo ellos, el planeamiento y construcción de una nueva casa, para albergar entre sus paredes una nueva existencia, es una ocasión para trabajo y esparcimiento comunal.
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