En el Perú contemporáneo se ha producido una de las reformas agrarias probablemente más radicales de América Latina, después de las de México y Bolivia. Esta logró, primero, la liquidación del sistema latifundista y el impulso de las cooperativas y formas asociativas de producción en el campo; luego, la parcelación de las cooperativas y la redistribución de la tierra entre los campesinos, cuya masividad, finalmente, condujo al sistema de las pequeñas unidades productivas familiares como la forma fundamental de la tenencia de la tierra.
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