Si la arqueología es, por su propia naturaleza, una ciencia inexacta y sujeta a numerosos cambios, la arqueología bíblica es, hasta en la aceptación de su propio nombre, un territorio pantanoso donde se mezcla la investigación científica con la interpretación de textos antiguos considerados sagrados por millones de personas; y con la fe tanto del excavador como del receptor de sus comunicaciones. Ciencia, mito, fe, duda… conforman un cóctel tan atractivo como inseguro.
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