Complicada y fluctuante, en Francia la ley de extranjería suele conocerse mal, lo que le permite a la extrema derecha denunciar la supuesta laxitud del Estado. Un examen más detenido muestra, sin embargo, la severidad de una legislación que no ha dejado de endurecerse y que en ocasiones ha servido de laboratorio: ciertas medidas restrictivas, ensayadas primero sobre los migrantes, han terminado extendiéndose al conjunto de la población.
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