Desde la victoria electoral de la coalición iraquí, apadrinada por el gran ayatolá Seyyed Ali Sistani, el 30 de enero de 2005, un fantasma ronda por los palacios, las cancillerías y los medios de comunicación del mundo árabe: el de la medialuna chiita. La separación entre los poderes político y religioso se encuentra en el centro de la discordia de esta rama del islam, cuya enorme diversidad escapa al ojo generalizador occidental.
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